¿Cuándo es…tiempo de?
Es ya innegable el cambio climático y su causa antropogénica principal, la quema ininterrumpida de combustibles fósiles a partir del inicio de la Revolución Industrial a finales del siglo xviii. Se ha liberado suficiente cantidad de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera para que este gas de efecto invernadero haya aumentado su concentración en la atmósfera con la consecuencia de un aumento en la temperatura planetaria; otro gas que ha aumentado y con mayor efecto invernadero que el CO2 es el metano, producto de la digestión del ganado vacuno.
¿Qué es el efecto invernadero? Los invernaderos son estructuras utilizadas en la horticultura y la agricultura para mantener una temperatura más estable y alta con respecto a la temperatura exterior. Los primeros invernaderos tenían techos y ventanas de vidrio por donde penetraba la luz. Los invernaderos de hoy son estructuras con techos de plástico translúcido. El efecto invernadero se da cuando la luz solar pasa el vidrio, el plástico traslúcido o la atmósfera, toca el suelo y al reflejarse de regreso al espacio las ondas de frecuencia más baja, infrarrojos, son interceptados por las moléculas de vidrio, plástico o gases de efecto invernadero, atrapando estas radiaciones “calientes”, aumentando la temperatura. Sin los gases de efecto invernadero nuestro planeta sería frío y posiblemente sin vida.
Tenemos evidencia de que en el pasado lejano, como en el Carbonífero, la composición de la atmósfera era diferente, con mayores concentraciones de gases de efecto invernadero. La temperatura global era mayor y la vida estaba adaptada a esas condiciones. Sabemos que la temperatura global ha variado, pero las causas tienen que ver con excentricidad en la rotación de la tierra y otros efectos de la naturaleza.
El cambio climático actual, consecuencia de el aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero, es muy rápida en tiempos evolutivos. Para las especies con tiempos generacionales (periodo en la que una generación substituye a otra) que van de años a décadas no es tiempo suficiente para que entre la variabilidad de la especie surjan mutaciones adaptadas a las nuevas condiciones climáticas y que se propaguen en la población. Sin las adaptaciones pertinentes a nuevas condiciones las especies se extinguen porque son desplazadas por otras mejor adaptadas a las condiciones y porque no alcanzan a desplazarse a los lugares donde existen las condiciones apropiadas. Ejemplo de esto último son los desplazamientos de especies de plantas, después de la última glaciación a lugares que les proveen el clima y otras condiciones necesarias para su supervivencia, crecimiento y reproducción.
Es tiempo de usar soluciones conocidas y nuevas al cambio climático. Reducir la quema de combustibles fósiles, absorber el CO2 de forma permanente y sin complicaciones tecnológicas. Mejor reforestar y crecer bosques, que después podemos convertir en casas y muebles, que buscar formas de llevar el CO2 a viejas minas o al subsuelo esperando que no escape.
Es tiempo de reconstruir nuestra economía global en economías circulares tan independientes como sea posible del uso de combustibles fósiles, sin caer en la energía atómica, para cuyos productos no hemos descubierto la tecnología para resguardarlos por tiempos mucho más largos que la de todas nuestras civilizaciones juntas.
Es tiempo de buscar cambios personales con efectos cumulativos globales en nuestra forma de transporte, trabajo, alimentación y recreo.
¿Cuándo es…demasiado tarde?
Espero que no sea demasiado tarde. Que no hayamos superado un umbral de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera que nos precipiten a un mundo del que no podamos regresar, de la temperatura del océano y la velocidad de las corrientes marinas, de deforestación, de destrucción de hábitats, de reducción de glaciares y derretimiento de las capas polares, de sobrepesca, de población humana, de exterminio de especies, de contaminación química por fertilizantes, plaguicidas en campos y cuerpos de agua, de hormonas en el aguas residuales, de microplásticos que atrofien la cadena alimenticia, de extinción de insectos —incluyendo a las abejas que polinizan las flores de cuyos frutos nos alimentamos.
Que no sea demasiado tarde para que nuestras ciencias, nuestra creatividad, nuestras tecnologías y nuestra solidaridad detengan la carrera suicida que hemos emprendido bajo la excusa del mercado, de la riqueza extrema y la concentración del capital.
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