Monday 21 June 2010

Mi Vecina Natural

Muchos de nosotros vivimos bajo la creencia de que la vida silvestre se encuentra allá, lejos. Oculta tras nuesto horizonte urbano cotidiano. No importa cuan lejos o aislados creamos que vivimos de la naturaleza, nuestra vida depende de ella. Su presencia pasa desapercibida, mas por su presencia continua y nuestra habituación que por distracción o desconcimiento.

    Nuestra conexión con la naturaleza es tan cercana como el producto de la pesca que consumimos o los cientos de frutos que llegan a nuestras mesas producto de la polinización por abejas, cultivadas o silvestres.
    También en las ciudades la naturaleza está cerca de nosotros. Estamos acostumbrados a ver grupos de aves migratorias en otoño y primavera, a tener de cerca a otras que nos acompañan durante el invierno y al trinar de adultos y pollos durante primavera y verano.
    Hay otros habitantes naturales en las ciudades casi invisibles para la mayoría, son animales crepusculares y nocturnos que sólo los interesados en ellos nos percatamos de su presencia. Entre estos podemos contar a coyotes, zorras, murciélagos y búhos.

    Hace unas pocas mañanas recibí una visita muy especial de estas amigas de la noche. Salía rumbo al trabajo cuando en la puerta de la casa estaba parada una lechuza de campanario inmadura (Tyto alba, Foto a la derecha).
    No se trataba de un animal herido, pero si de uno asustado, era un pollo de lechuza, como se ve por el plumón blanco que le cubre gran parte del cuerpo. Ya tenía bien formadas las plumas del ala, las garras y el pico podían hacer daño, pero aún no podía volar.
    ¿De donde salió esta ave? Del campanario junto a mi casa. Muchas noches antes de la aparición de mi vecina en la puerta de mi casa, la había oido llamar desde el campanario (Foto abajo). Tal vez, en un intento de volar, calló del campanario fue incapaz de regresar a su nido y se refugió en el frente.
    Fue fácil determinar que hacer: atrapar a la visita, regresarla a su nido y esperar que sus padres regresaran a alimentarla hasta que mi recien conocida fuera independiente y capaz de valerse por ella misma.
    Hacerlo fué un poco mas difícil, pero no imposible. Llamé por teléfono a dos grandes amigos y compañeros de trabajo del CICESE, Eulogio López y Jaime Luévano para que trajeran redes y cámara fotográfica.
    Temía que mientras ellos llegaran y me ponía en contacto con el párroco o el sacristán mi vecina fuera atacada por se pusiera en una situación de vulnerabilidad ante los perros, los gatos y los vecinos o se refugiara en un lugar donde fuera difícil de atrapar o pudiéramos lastimarla durante su captura.
    Después de nuestro encuentro frente a frente, mi vecina decidió que debería alejarse del lugar donde la encontré, en una esquina sombreada del patio de enfrente de mi casa y encaminarse hacia la calle de la privada.

    Este movimiento además de no ser una buena idea, iba en contra de mis planes para poder regresar a mi vecina a su nido. Así que dí un pequeño rodeo a mi carro para encontrarme otra vez frente a ella. Este movimiento logró el efecto deseado, regresó a la esquina en la que la encontré, había dejado yo la puerta de la casa abierta y supongo que el aire fresco de la casa con un área más obscura llamó su atención. Se acercó a la puerta y decidió que mi casa era un mejor lugar para resguardarse, entró y tomó posesión de la sala (Foto izquierda). Se movió hacia la parte de atrás de la casa acabando en una esquina donde se sintió segura y, además, nos facilitaba su captura.
    Con mi vecina ya dentro de la casa, fui a buscar al párroco y al sacristán mientras Eulogio y Jaime recolectaban el equipo y se dirigían a casa. Llegaron unos minutos después, abrimos la puerta del campanario, nos dirigimos a casa, tomamos algunas fotografías de mi muy atractiva vecina (Foto derecha y siguientes) y procedimos a capturarla con la red que mejor la contuviera y evitara que si lastimara.. Ya con mi vecina en la capturada, subimos las frágiles escaleras del campanario y la dejamos en su nido.



    Aprovechamos la incursión pare recoger los regurgitados de mi vecina y sus padres. Estos regurgitados se conocen como egargrópilas y están formados por pelos, plumas, huesos, dientes, escamas y otras partes no digeribles de los cuerpos de las presas de las que se alimentan. Las egargrópilas nos permiten determinar de que se están alimentando las aves de una región. En la última  foto hay una egargrópila donde se alcanza a ver un cráneo.
    ¿Cómo le fue a mi vecina tras su regreso a casa? Esa noche, como muchas otras, la oí llamar a sus padres por muchas horas. Me preocupó que pudiera tratarse de un pollo abandonado o cuyos padres hubieran sido muertos por personas que no conocen el papel que las aves de presa, como esta lechuza, juegan en el control de plagas como ratones, pero si conocen bien las falsas leyendas de lo malévolo de estas aves.
    Pasada la medianoche oí el llamado de un adulto en lo que podemos suponer era una cría hambrienta. Ya pude dormir tranquilo esa noche y todas estas en la que sigo oyendo a mi vecina llamar. Espero que en un tiempo corto tengamos encuentros casuales cuando ella y sus padres entren y salgan del campanario en busca del alimento de esa noche.