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En estos tiempos aciagos donde la pandemia nos ha obligado a reducir nuestros movimientos fuera de casa en aras de la salud. Esto ha reducido nuestro uso de vehículos de combustión interna. Por lo tanto, estamos contentos de que la contribución global a la liberación de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente CO2 ha disminuido con la pandemia. Los medios muestran imágenes de cielos azules. Sin embargo la reducción de las emisiones no es tan grande como nos gustaría ni significa que hay más fuentes de energía renovable alimentando nuestro gran apetito energético.
Los alimentos y demás bienes de consumo esencial o suntuario siguen moviéndose del campo y las fábricas a los consumidores, a veces como pescados que viajan dentro de la comarca o del estado, la mayoría de las veces dentro del país en como los chiles o aguacates, o cruzando una o más fronteras como la mayoría de nuestros vehículos y en ocasiones son ultramarinos que han viajado decenas de miles de kilómetros de una parte del mundo, como pueden ser uvas chilenas en tu mesa o electrónicos orientales en tu escritorio.
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Aunque el turismo ha bajado en todo el mundo y muchas compañías de aviación y la industria hotelera están colapsando económicamente, seguimos viajando para trabajar, estudiar, mantenernos en contacto con familia y amigos y vacacionar. Todos estos viajes significan emisiones de CO2 a la atmósfera.
La generación de gases de efecto invernadero es un negocio, tal vez el más importante de la economía mundial. La extracción y uso de combustibles fósiles impulsa nuestra economía. A medida que ampliemos el uso de energías alternativas en todos los aspectos de nuestra vida y cambiemos nuestros patrones de consumo podremos evitar la adicción a la producción de GEI. Estos gases también impulsan los conflictos mundiales, no sólo por su control, política o ganacias, también como motor de la industria militar global.
Nos olvidamos de los miles de millones de dólares que se colectan como impuestos se otorgan en préstamos y se gastan en la industria militar y en los ejércitos, guerrillas y grupos terroristas. Este capital se usa para fabricar y mover armas, transportar soldados, entrar en combate o defenderse del enemigo desde un cuartel o un campamento. Todas estas acciones y actividades logísticas son fuente de GEI con consecuencias graves no sólo la emisión de GEI, sino también por la devastación que las guerras causan en humanos, el resto de los seres vivos y el ambiente
La pandemia ha puesto presión sobre los gobiernos, sus economías y sistemas de salud de todo el mundo. La variación y contraste de las respuestas es notable. Algunos, como México, Brasil y los Estados Unidos han minimizado el problema. En cambio, en Corea del Sur, Australia, la Union Europea y Nueva Zelanda han hecho esfuerzos extraordinarios para disminuir los costos humanos.
SARS-Cov-2 se transmite por contacto cercano e invade el cuerpo a través de las vías respiratorias, donde crea el mayor daño, pero no el único. Para evitar el contagio hay que aislarlo. Esto nos ha forzado a quedarnos en casa si es posible. Aunque este aislamiento ha tenido un gran costo económico, no quiero saber las consecuencias económicas y humanas de tener aún más muertos y enfermos.
Ahora llamamos trabajadores esenciales a quienes siempre han tenido trabajos muchas veces inseguros y otras mal pagados. Trabajadores que recogen basura, manejan transporte público, trabajan en tiendas de autoservicio, bancos, laboratorios, consultorios y hospitales. También incluyen a policías, servicios paramédicos y de bomberos. Que no se nos olvide que la sociedad ha seguido funcionando por sus sacrificios y porque las más de las veces no tenían otra opción que sacrificarse, arriesgando a infectarse con SARS-Cov-2 en todo momento. Que tampoco se nos olvide que muchos cayeron y seguirán cayendo mientras toda la población no tome en serio esta amenaza y, además, esté vacunada.
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Los trabajadores esenciales merecen mejores recompensas y reconocimiento no sólo en tiempos como estos sino siempre. Un salario y una forma de vida de acuerdo a sus responsabilidades.
Con el mundo funcionado a menos de su capacidad económica y de fuerza de trabajo total, ¿cómo vamos a aprovechar estos momentos para cambiar nuestra forma de vida y la eonomía global? Las consecuencias sociales y económicas de Covid-19 no deben ser la excusa para mantener la vida como es sino la oportunidad para empezar a construir un futuro mas sustentable y egalitario.
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