Hay
palabras que me asustan cuando se habla de ecología y desarrollo
sustentable, algunas empiezan con RE: reducir, reusar, reciclar,
regenerar, restaurar y reforestar.
Cuando
oigo que se va a reforestar me surgen dudas y preguntas que debo
contestar a satisfacción para asegurarme que las buenas intenciones
acabaran siendo acciones positivas y no una bandera política, o peor
aún, un desastre ecológico anunciado.
Hay
planes grandes y caros para “reforestar” la Sierra de Juárez,
sus bosques nunca han sido explotados comercialmente por sus maderas
y podemos asumir que se encuentra en buen estado. Hay maderas de gran
valor comercial, pero al mismo tiempo hay una biodiversidad
insustituible e información genética invaluable para la salud de
este y otros bosques de las californias. No hay razón para cambiar
su estado natural por un sistema de reforestación que puede romper
la cadena de servicios ambientales que este bosques provee: agua,
aire limpio, recreación...
Hemos
vuelto a adquirir cuentas de vidrio y espejos con brillo: se
aprobaron 320 millones de pesos en inversión público privada para
reforestar 10 mil hectáreas en la Sierra de Juárez. La empresa
holandesa Groasis propone una “reforestación” con nogales y
otros frutales aprovechando su tecnología de cubetas que mantienen
humedad y temperatura adecuadas para el crecimiento de las semillas.
Llenar
de árboles frutales la Sierra de Juárez no es una reforestación,
es una propuesta de cambio de uso de suelo. No es lo mismo un bosque
natural que un huerto frutal. Es un cambio de la vocación de la
tierra de conservación a producción y traerá consecuencias a los
ecosistemas. El ecosistema de la sierra de Juárez ha funcionado
cuando menos por los últimos 12 mil años, ha sufrido años de
sequía, incendios, años lluviosos y huracanes. Los organismos que
viven allí se han adaptado a estas condiciones y los cambios en el
uso de suelo cambiarán la fisonomía y el futuro de la Sierra de
Juárez.
Las
sierras del norte de Baja California fueron declaradas Reserva
Forestal en el año 1932, con el único fin de preservar el valor
biológico de la masa boscosa, indicando que su vocación es la
conservación de su diversidad y que en esas características está
el valor que tienen para sus habitantes, el estado y a la nación.
Nadie
niega que los habitantes de la Sierra de Juárez merecen mejores
oportunidades de vida. Sabemos que las comunidades indígenas del
estado, incluyendo las de Sierra de Juárez, son las poblaciones mas
marginadas. Para salir de esta pobreza endémica es necesario crear
empleos sustentables hoy. Planes como cubrir 10 mil hectáreas con
árboles frutales o los de SEMPRA para instalar generadores eólicos
no son las panaceas de la Sierra de Juárez. Ambos proyectos
fragmentarían el paisaje de la sierra de Juárez, cuya biodiversidad
está conservada por la continuidad de su paisaje y alimentada no
sólo por sus especies endémicas y raras sino también por la flora
y fauna del resto de Baja California, California y Arizona.
Los
bosques de Sierra de Juárez tienen un gran potencial de uso
sustentable con las dos especies de pinos piñoneros que allí
habitan. Los piñones tienen gran valor comercial y jamás ha habido
un esfuerzo real y honesto para que sean explotados apropiadamente
por los habitantes históricos de la Sierra, no perdamos esa
oportunidad que genera riqueza y conserva el paisaje.
El
valor de la Sierra de Juárez se encuentra en sus paisajes únicos e
inolvidables. Ese es su verdadero valor y es nuestra responsabilidad
conservarlo, pagando justamente a sus legítmos dueños por el valor
de conservar su historia y paisajes.