La Ley general en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación continua su camino legislativo, será aprobada. No será un cambio a la Constitución, en la peor de las tradiciones legislativas mexicanas, será aprobada acaso con cambios triviales e inconsecuentes, sin disfrutar de los resultados de una lectura rigurosa y crítica del texto en comisiones. Sin la consulta a los afectados directamente: humanistas, científicos, ingenieros e innovadores, de los cuales pueden salir mejoras que promuevan el derecho a los productos humanistas y científicos garantizados por esta Ley para todos los mexicanos.
Son muchos los problemas que la Ley general en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación presenta para cumplir su cometido. Desde la asociación de académicos del CICESE, APACICESE, a la cual pertenezco, ya expresamos nuestra inconformidad con la alta posibilidad de que todos los trabajadores de los Centros Públicos de Investigación quedemos en el apartado B del Artículo 123 constitucional como empleados de confianza. Esto nos deja sin seguridad en la continuidad laboral. Sin esta garantías mínima de continuidad laboral es imposible realizar investigación de largo plazo y dirigir tesis de posgrado.
A pesar del tratamiento simplista de una proliferación de ciencia —y científicos— neoliberales en México, la mayoría de los que nos dedicamos a estas tareas no lo hacemos como negocio o para servir a transnacionales innombrables. Lo hacemos no sólo porque creemos, sabemos que México tiene riqueza de recursos y talentos subaprovechados. Nuestros esfuerzos de trabajo se dirigen al mejor aprovechamiento sustentable de recursos.
Esta ley centraliza los temas de investigación y la toma de decisiones al compás del gobierno en turno lo que es poco eficiente y no usa eficazmente nuestros talentos. Digamos que queremos resolver el problema del sargazo en el Caribe mexicano o la seguridad en las minas, o las inundaciones de Tijuana y Ensenada, o —como en épocas de Fox— la caída de las partes de las paletas Payaso. No es necesario convocar a todos los humanistas, científicos, ingenieros e innovadores mexicanos para resolver el problema. Habrá quienes estén capacitados y quienes puedan hacer propuestas para resolverlos. El resto nos podemos dedicar a lo que sabemos usar. Lo contrario desperdicia recursos.
Cuestiono si la Ley general en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación promueve el diálogo, el entendimiento y el crecimiento de las humanidades, las ciencias y sus aplicaciones si no garantiza cuando menos el 1% del PIB. La cultura creada con estos conocimientos y sus aplicaciones para el disfrute de los mexicanos no es un gasto frívolo o el privilegio de unos cuantos. Es una inversión que reditúa en bienestar y desarrollo sustentable.
Hemos aprendido que la economía, la planificación y la toma de decisiones centralizadas promueven la corrupción, el rezago económico y el bienestar de quienes sufren esta forma de vivir. Las doctrinas genéticas de Lysenko en la URSS Estalinista fueron una causa del fracaso agrícola y la hambruna consecuente. Evitémonos la pena histórica de un error similar y discutamos franca y horizontalmente cómo resolver nuestros problemas de desigualdad.
Cerré mi última columna diciendo:
“La relación entre las humanidades, las ciencias y las ingenierías es tensa. Ninguna tiene toda la verdad o todas las soluciones. Tienen necesidades e intereses diferentes y presupuestos que nunca alcanzan. Unificarlas con una ley es forzar una relación que no remedia las discriminaciones percibidas. Necesitamos un diálogo abierto, público y permanente que nos permita crecer.”
La ciencia calificada con adjetivos maniqueos, como lo es acusarla de neoliberal, cierra el diálogo entre las diferentes formas del conocimiento que han construido nuestras culturas. Al igual que las humanidades, las artes y las ingenierías, las ciencias son los conocimientos más compartidos y consensuales que tenemos. Debemos continuar con el desarrollo independiente de estas formas de conocimiento, abriéndonos a los diálogos cuando surjan problemas éticos o se quieran imponer dogmas por arriba de las hipótesis, la experimentación científica y las mentes críticas, creadoras y constructivas.
Debemos mantener un diálogo abierto y de aceptación de las diferencias en la forma de generar y entender el conocimiento, diálogo que nos permita crecer y desarrollar mejores entendimientos del mundo y llegar el desarrollo sustentable.
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