Es temporada de elecciones en México. Un momento en el que prestamos atención a la clase política. La hora en la que nos enteramos de sus nombres y los puestos a los que aspiran. El momento que nos sorprendemos por las coaliciones políticas. El momento que nos preguntamos de los costos del Instituto Nacional Electoral, el costo de las elecciones y el costo de la clase política. El momento de ponderar si es la mejor manera de gastar nuestros impuestos. De reflexionar si esta es la mejor democracia que podemos tener. También, es el momento en que los candidatos parecen preocuparse por el bienestar de los ciudadanos que los llevarán al poder.
Una vieja frase reza “no importa por quién votes, siempre gana el gobierno”, la hacemos contemporánea, ‘…siempre gana la clase política y mantiene sus privilegios’. No nos engañemos ni dejemos que nos engañen, se funden y desmoronan coaliciones y surgen partidos nuevos, pero las caras se repiten. De las pocas caras nuevas en la política, muchas son hijos y herederos de políticos viejos o son figuras públicas que poca idea tienen del quehacer político. Se prestan a por razones obscuras (nunca dan una razón creíble por la cual se lanzan a este ruedo, sospechamos razones pecunarias).
La clase política nos ha engañado haciéndonos creer que la política es sólo asunto de los ellos y las personas bajo su cargo. La política es todo asunto que concierne a la polis, ciudad y los ciudadanos. Los asuntos y políticas que promueven la convivencia justa y democrática. No es un negocio personal.
No hay nuevas ideas en la política. Los problemas se analizan y pretende resolver con las mismas fórmulas e ideologías partidistas clásicas de derecha a izquierda. Usar las mismas respuestas a problemas persistentes o nuevos garantiza que no se solucionarán. La creatividad política se esfuerza en encontrar nuevas formas de mantenerse en el sistema político como forma de vida, no de servicio al público.
Hay elecciones el 6 de junio. ¿Qué les preocupa a los candidatos? ¿Qué nos ofrecen para mejorar nuestra vida? El mundo enfrenta dos retos nuevos, la pandemia COVID-19 causada por el virus SARS-Cov-2 y el calentamiento global generado por la liberación de CO2 producto de la quema de combustibles fósiles. Estos deberían ser los dos temas más importantes de este ciclo de elecciones. No lo son porque no son cortoplazistas y porque afectarán nuestra vida y la de generaciones futuras.
Si vacunar a la población contra COVID-19 no es la tarea más importante de este año y del próximo ¿Qué lo es? Ni una refinería, ni el tren maya con su ruta turística, ni un aeropuerto ni todos juntos valen más que la salud y el bienestar económico de todos los mexicanos. Los mexicanos enfermos no contribuyen como activos a la economía. Los magros recursos de salud se están gastando en los síntomas del COVID, no en sus orígenes y prevención.
¿Por qué no hay una política verde nacional, estatal o local si el cambio global y la desaparición de los recursos petroleros tocan a la puerta? ¿Por qué los problemas causados por sequías, huracanes e inundaciones no son vistos bajo la perspectiva única del cambio climático? Podemos buscar muchas razones para que los políticos no le den la importancia que merecen estos problemas, hablaremos de cuatro.
Una, no dan votos, no es popular hablar de lo malo, aun acompañado de soluciones. Nada mejor que repartir colchones después de la tormenta, es popular y da tiempo aire.
Dos, no es parte de las plataformas de ningún partido ni de los poderes ejecutivo o legislativo federales o estatales. Los gobiernos municipales no quieren gastar (realmente invertir) su magro presupuesto en soluciones ambientales a largo plazo.
Tres, ignorancia sobre las consecuencias económicas y ambientales a corto, mediano y largo plazo de mantener nuestra dependencia económica de los combustibles fósiles. Hasta en YouTube pueden aprender. No hay una política nacional para mejorar y electrificar el transporte público ni para promover los autos eléctricos. Aunque lo hubiera, poco solucionan, pues gran pare de la energía en México se genera con combustibles fósiles. Tampoco hay planes para plantas de energías limpias (la nuclear no lo es).
Cuatro, no hay vision a largo plazo y por las nuevas generaciones (que no votan aún). Hay inercia a no cambiar y sentirse fuera del partido, es miedo a ser diferente y vanguardista. Dos cualidades que deberíamos apoyar en los políticos.
Pregúntale a cualquier y todo candidato sobre su política ambiental.
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