Saturday 18 May 2024

Allende la Parroquia

 La lejanía y apertura de nuestros horizontes visuales, auditivos, olfativos, táctiles, de gusto e imaginación nos dicen sino quienes somos, si nos indica hasta donde nos atrevemos a llegar para entender y mejorar nuestro mundo.


Hasta los siglos xix y xx la mayoría de las personas viajaba poco. Muchas pasaban toda su vida en una región, tal vez su villa, su valle e incluso su ciudad. Con la llegada del transporte de masas, primero el ferrocarril, después los automóviles producidos en serie y los aviones de pasajeros comerciales, una porción significativa, pero no mayoritaria de la humanidad puede y viaja a cualquier parte del mundo por negocio, necesidad o placer. Cuando menos sus horizontes en kilómetros viajados son amplios. Quienes migran por razones políticas o económicas entran a otros horizontes que tal vez nunca desearon, pero era el cambio o una muerte casi segura.


Pocas personas salen de su parroquia, el mundo exterior llegaba a sus oídos por los forasteros y sus realidades, cuentos o fantasías eran conformados a través del párroco —parte importante del gobierno local—con una narrativa a favor del dogma eclesiástico y el status quo. Afuera era extraño, intrigante, desconocido y a veces visto como peligroso. Las tierras desconocidas de los mapas antiguos llevaban la leyenda Ibi dracones, aquí hay dragones.


El entorno social ha cambiado, suponemos ubicuos no sólo los medios de transporte masivo, también los medios de comunicación masivos, los que ahora llamamos medios, a exclusión de cualquier otro vehículo de transporte de bienes, personas o ideas. Los medios van desde los menos populares como libros, revistas periódicos y televisión por cable hasta los más populares, cine, radio, televisión abierta, internet y las redes sociales. Por mucho que supongamos y a pesar de los precios accesibles de los “smartphones”, el acceso no es universal. ¿Puede y debe ser universal? La discusión de acceso universal puede quedar para otra ocasión.


En el siglo xxi ampliar nuestros horizontes es más fácil. Decidir ampliarlos o limitarnos es una opción personal, a menos que se viva en aislamiento forzado. Los medios de transporte nos traen comidas, bebidas y otras muestras culturales del resto del mundo. No necesitamos viajar para expandir nuestros horizontes gustativos y olfativos. La música disponible en la radio y en el internet puede satisfacer el gusto, la curiosidad y el oído de cualquiera. El acceso a los medios visuales amplían nuestro horizonte visual.


Todos los medios pueden abrir nuestros horizontes, pero también hay una gran probabilidad que los usemos para que nos cierren el horizonte. Los ejemplos. No aventurarse o atreverse a comidas o bebidas nuevas limita varios de nuestros sentidos y horizontes culturales. Lo mismo podemos decir de la música, el cine, la radio, la televisión o nuestras lecturas —si tenemos esa costumbre.


No todos siempre estamos dispuestos a expandir nuestros horizontes. El temor a lo nuevo, la evasión de lo desconocido es un carácter adaptativo surgido en la evolución que  mantuvo  vivos a nuestros ancestros. Por ese miedo a lo desconocido de unos y el arrojo de otros estamos aquí.


No todos ni siempre es bueno buscar formas de expandir nuestros horizontes y experiencias. No es aconsejable acariciar zorrillos, jugar sin protección con serpientes de cascabel, apostar todos tus bienes, correr con tijeras o manosear armas de fuego cargadas.


En este siglo en el que los medios más importantes e influyentes nos aíslan de otras geografías y otras opiniones, con buena razón los llaman silos. Tal vez sólo trata de noticias locales y nacionales, ignorando que pasa en el resto del mundo, tal vez tiene un punto de vista excluyente y no admite siquiera la existencia de otras formas de ver el mundo y resolver sus problemas. 


En esta época mesiánica, de confianza motivada o desmedida en un agente bienhechor que se espera (dice la RAE), estamos llenos de falsos profetas que nos ofrecen un punto de vista confortable pero intolerante, seguro pero cerrado y fácil pero intransigente. Es fácil caer en mesianismos que no promueven la igualdad de oportunidades y la aceptación de la diferencia como oportunidad de crecimiento mutuo


Deambular por nuevos horizontes nos debe dar una perspectiva más profunda y completa de la vida, pero jamás una experiencia total e incuestionable.

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