
Hasta hace unos pocos años no se reconocía el trabajo de los activistas, ambientalistas y científicos que han dedicado su vida a la conservación del ambiente y la defensa de los recursos naturales. Todavía recordamos a Chico Mendes, defensor de los caucheros, asesinado en Brasil o el hundimiento del Rainbow Warrior de Greenpeace en Nueva Zelanda a manos de espías franceses.

El calentamiento global y la desigualdad social son producto de la concentración de bienes por unos cuantos, el 1%. Siendo optimistas pudiéramos creer que estos pocos están buscando el aprovechamiento sustentable de los recursos y el bienestar de todos; aunque estas utopías sólo existan en libros de texto no gratuitos sobre el capitalismo. La otra opción más congruente con el propósito del capitalismo y la realidad es que están disfrazando sus despojos ambientales y económicos para aumentar sus ganancias y crear el futuro que garantice su existencia.
Volkswagen es posiblemente la fábrica de automóviles más reconocida en el mundo. Hasta ahora el reconocimiento ha sido producto de su capacidad ingenieril y su imagen como una empresa honesta con sus consumidores y cuidadosa del futuro y el desarrollo sustentable. Para gran sorpresa de todos Volkswagen modificó los programas de las computadoras de sus automóviles para que emitieran productos más limpios durante las pruebas de emisión de gases. Una vez superada la prueba las emisiones suben hasta 40 tantos el nivel registrado. Hay cuando menos ocho millones de motores contaminando así.

A más de un año de la desaparición de los Cuarenta y Tres estudiantes de Ayotzinapa hemos recibido señales confusas de los gobiernos responsables de la investigación. No habrá una solución aceptable hasta que aparezcan los Cuarenta y Tres.
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