
En las aulas de Ayotzinapa hay Cuarenta y Tres asientos vacíos esperando a sus estudiantes. En Ayotzinapa hay Cuarenta y Tres familias desgarradas esperando noticias sobre el destino de sus hijos. En Ayotzinapa se concentra la consecuencia de la violación sistémica y sistemática a los derechos humanos y a la dignidad de las personas en México. En Ayotzinapa se enfocan los ojos del mundo para resaltar la fragilidad de la democracia mexicana y de sus instituciones judiciales. En Ayotzinapa brota la desconfianza a las fuerzas públicas del país. En Ayotzinapa sospechamos la colusión entre lo más corrupto del gobierno. En Ayotzinapa están nuestras esperanzas de encontrar a los desaparecidos. En Ayotzinapa están nuestras esperanzas de un México mejor.

Los Cuarenta y Tres de Ayotzinapa y todos los otros desaparecidos, las fosas clandestinas y las fuerzas armadas irregulares que pululan en el país nos acercan más a la realidad de las dictaduras latinoamericanas de ayer y los Mara Salvatrucha y el narcoestado de hoy. La guerra obscura, aquella que los gobiernos y sus enemigos armados no han declarado contra nosotros, es parte de nuestra realidad. El populismo es la menor de nuestras preocupaciones, aunque el Presidente opine diferente.
En Ayotzinapa los gobiernos locales, estatal y federal han demostrado su ineptitud para gobernar y su ineptitud para resolver un problema que ellos crearon. En Ayotzinapa los gobiernos han demostrado fehacientemente su ineptitud para controlar al crimen organizado. En Ayotzinapa los gobiernos han sido superadas por el problema que ellos crearon. En Ayotzinapa el estado fallido oculta su ineptitud con silencios y burocracia. En Ayotzinapa el gobierno desnuda su ineptitud.
En Ayotzinapa Los Cuarenta y Tres deben ser presentados. Nosotros los mexicanos y el resto del mundo no podemos con el dolor diario propio y ajeno y menos con la ineptitud de nuestros gobiernos.
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