Wednesday 18 November 2015

Apagón ideológico, blasfemia

Condenar la violencia de ocho perpetradores en París sin condenar la violencia premeditada en cualquier otro lugar del mundo es ser ignorante e indiferente a las causas reales de la violencia y al sufrimiento. Las consecuencias personales  de violencia perpetrada por el  estado no es diferente a la violencia de grupos terroristas o individuos desquiciados. Ninguna víctima vuelve a la vida ni el dolor de los deudos es diferente. 

Tampoco son tan diferentes entre si  las excusas de los ambos lados de las agresiones para aterrorizar e intimidar a los otros. El concepto de que existen diferencias insalvables con los otros y la superioridad propia surge de interpretaciones simplistas y convenientes de textos sagrados, ya sea la Biblia o el Corán. 

Hay 2.2 mil millones de cristianos y mil seiscientos millones de musulmanes. De todos estos, sólo unos pocos  en ambas religiones creen que la violencia, indiscriminada, es la única forma de propagar su forma de ver el mundo. Abundan los ejemplos, la guerra de las Cruzadas fue un encuentro cruel y sangriento entre Cristianos y Musulmanes por el control de territorios y rutas de comercio. En el siglo XX vivimos la lucha entre el ejército republicano irlandés, que decía representar a los católicos irlandeses y los protestantes de Irlanda del Norte apoyados por el ejército inglés. 

Ahora vuelven a surgir diferencias artificiales generadas por unos pocos creyentes del Islam con grandes ambiciones; profesan una sociedad misógina y militarizada. Han formando un califato y buscan ser reconocidos como estado agresor, conocido como ISIS. Bajo su perspectiva  la disidencia mínima  es apóstata y la incredulidad en Alá son blasfemia. El mundo debe ser como lo conciben o no merece existir.  A sus soldados y sicarios les dan poder terrenal y la promesa de un más allá aún mejor.

La respuesta de los gobiernos a la agresión de ISIS en París y Beirut es otra condena a los blasfemos de los ideales de la civilización occidental tanto cristiana  como laica. Contraatacar el califato o asesinar con drones armados a los jefes no solucionará el problema ni acaba la violencia.  Las acusaciones falsas en ambas direcciones ocultan las razones principales del conflicto. Una  razón no es el control del petróleo en la península arábiga, es el control de su precio. Del precio del petróleo dependen las ganancias no sólo de las compañías petroleras, sin también la economía mundial.

La otra razón es la desigualdad cada vez mas lejana entre aquellos que tienen mucho y los que cada vez tienen menos. Sólo un esfuerzo consciente y expedito para reducir la desigualdad desaparecerá la razón de fondo de estos conflictos.


 A los Cuarenta y Tres de Ayotzinapa también se les ha tildado de blasfemos y apóstatas. La mejor forma de minimizar la importancia nacional de los crímenes de privación ilegal de la libertad y otros de lesa humanidad que seguramente se cometieron contra ellos. Les seguiremos recordando a los responsables que no nos hemos olvidado. 

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