Wednesday 8 October 2014

Derechos humanos, deberes de estado

Desde antes de la "Declaración Universal de los Derechos Humanos" en 1948 han existido conceptos y acciones que protegen a todos de los abusos de poder tanto del estado como de acciones extrajudiciales. Ahora extendemos esos abusos de poder a grupos paramilitares y delincuencia organizada.

También hemos extendido el concepto de derechos humanos para proteger e impulsar la diversidad humana: religión, lenguaje, etnicidad, orientación sexual, educación, niñez, trabajo, capacidades y otras características que puedan dar lugar a la discriminación al sentir que los otros por ser diferentes son menos.

Entre las violaciones a los derechos humanos que más llenan nuestros medios de información se encuentran la "privación de la libertad", eufemismo de secuestro o rapto, asesinatos generalmente multitudinarios cometidos por grupos paramilitares o delictivos y trata sexual y abuso de menores. Detrás de estas violaciones hay una búsqueda de lucro tanto por los grupos dependientes del estado como por los que operan independientemente. La vida ajena ya tiene precio.

Nos debe cusar dolor, consternación y una ira sana un solo abuso de estos derechos. El que se multiplique o disminuya la violación de derechos sólo significa que se siguen violando, que la discriminación es parte de la cotidianeidad nacional y que el estado aparece rebasado por la realidad nacional que el mismo creó.

Hemos tenido cambios en las constituciones federal y estatales, también hemos creado comisiones de derechos humanos en ambos ámbitos. Sin embargo vivimos un estado Mexicano trunco que no observa, defiende o promueve el respeto a los derechos humanos.

Desde ésta triste perspectiva nos deben importar lo mismo los Normalistas desaparecidos en Iguala que los centroamericanos niños o adultos que montan La Bestia huyendo de la violencia y en busca de una vida digna, las muertas de Ciudad Juárez, los "ajustes de cuentas entre bandas del crimen organizado" y los menores comprometidos en pornografía infantil o la desatención a las víctimas de huracánes en Guerrero el año pasado.

Que nos importen estas y tantas otras violaciones a los derechos humanos debe ser más que un comentario a la noticia, una actitud de que nada cambiará o un pequeño conato de ira. Empecemos aceptando que todo acto de discriminación, conciente o no, puede llegar a la violación de un derecho. Pasemos a la reflexión sobre nuestra actitud y nuestros comportamientos y busquemos esos atisbos o esas acciones de discriminación. Claro que no es lo mismo un rapto que suponer como hijo del diablo a todo ateo, pero ambos son actos discriminatorios y ambos tienen remedios que están a nuestro alcance.

Ahora sí, exijamos y demandemos, no del estado pero si de sus representantes, muchos de ellos electos por nosotros, que hagan de la igualdad de oportunidades y la no discriminación una política de estado y no una conquista sexenal política que debe ser aplaudida. El respeto y promoción de los derechos humanos incluye que se encuentre, juzgue y condene, con todo derecho y debido proceso a los culpables. Y que las instituciones que defienden esos derechos pongan a los ciudadanos por arriba de cualquier gobierno.


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