Friday 16 January 2009

Biodiversidad, bionformática y bioganancias

A la doctora Rita Colwell, quien inspiró este escrito
A Parménides y los jónicos, quienes entendieron la crítica como una forma de conocimiento

Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
─ Génesis 1:26


¿Con qué trabajan los biólogos y los ecólogos? ¿Cómo entienden a la naturaleza, a los recursos bióticos? ¿Cómo los estudian? ¿Existe alguna forma de medir y de entender la vida que nos rodea? La vida la entendemos como consecuencia del proceso de evolución por selección natural. En general, los biólogos se han dado a la tarea de describir y medir a los organismos que los rodean; la historia natural y la taxonomía siguen siendo una parte importante de la biología y el resto de los conocimientos biológicos y ecológicos dependen de estas descripciones. A medida que hemos desarrollado nuevas técnicas la contabilidad y descripción de especies cambia de forma, pero no de sentido.

Hace no muchos años hablábamos de la variedad de las formas de vida como biodiversidad. Este concepto, utilizado y abusado se entiende como la variedad y la variabilidad dentro y entre los organismos y los complejos ecológicos donde existen, además comprende la diversidad genética, de especies y los ecosistemas. (La definición oficial mexicana de biodiversidad la ofrece la CONABIO: http://www.conabio.gob.mx/otros/comunicacion/doctos/biodiv.html.) El concepto de biodiversidad ha sido de utilidad en muchos esfuerzos de conservación. Por ejemplo, los hot spots biológicos, los lugares que contienen una gran riqueza de especies en un área planetaria pequeña, fueron determinados con base a su biodiversidad, a su riqueza de especies. Ejemplos de hot spots son la isla de Madagascar, la selva tropical brasileña, los sistemas arrecifales y la región mediterránea de California y Baja California. En todos estos lugares hay muchas especies endémicas (que no existen en otro lugar del mundo).

México es un país megadiverso, la conabio dice: “México, [es] el segundo país del mundo en tipos de ecosistemas y el cuarto en riqueza de especies. Para ejemplificar, existen en México unas 500 especies de importancia pesquera, casi 600 especies [de plantas] que se utilizan para la reforestación [de nuestros bosques y otros parajes], unas 4 000 especies con propiedades medicinales registradas, cientos de especies exóticas, invasoras y decenas de miles con potencial biotecnológico. Casi 2 500 especies se encuentran protegidas por nuestra legislación y cientos de ellas se utilizan en artesanía, con fines cinegéticos u ornamentales”.

Podemos conocer algo sobre la biodiversidad de cualquier ecosistema contando el número de especies presente, para ello hay que encontrar a todas las especies que ahí habitan. Contar plantas, mamíferos, aves, insectos y otros artrópodos macroscópicos, líquenes y hongos macroscópicos es relativamente fácil, pero cuando tratamos de incluir invertebrados como los insectos mas pequeños, los ácaros y los nemátodos la tarea se vuelve un poco mas difícil, si además tratamos de incluir a algas y hongos microscópicos y los procariotes (seres vivos sin un núcleo, el resto de los seres vivos, incluyendo a los humanos, somos eucariontes) la tarea se vuelve casi imposible.

Las razones detrás del problema de cuantificar la riqueza biológica de un sitio, es que no sabemos qué estamos buscando, no tenemos la forma de identificar a muchos de los organismos presentes, no sabemos cómo encontrarlos, no los hemos clasificado y mucho menos les hemos dado un nombre. Hay muchas formas de estimar la riqueza de especies, la biodiversidad y la bionformática son dos de éstas y como todas las formas de cuantificar, no sirven de mucho si no pasan de ser catálogos. ¿De que nos sirve contar la riqueza específica? Tal vez nos de una percepción que conocemos mejor a las especies y su ecosistema, pero nombrar no es conocer ni comprender. Es el primer paso que damos para entender, quedarse allí no conduce más que a una lista de especies que no aumenta nuestra comprensión pero si las preguntas de cómo funciona la naturaleza y también la clave de sus respuestas.

Hoy la riqueza biológica sigue siendo la misma que hace unos 10 000 años (si ignoramos nuestra contribución a la extinción de especies), pero con los desarrollos tecnológicos la exploramos de forma diferente, ya no hablamos de biodiversidad sino de bioinformación. La bioinformación se mide por la cantidad de ADN (ácido desoxirribonucléico, el código genético que hallamos en la gran mayoría de las células) que podemos encontrar en el ecosistema, a diferencia de la suma de todo el ADN de todos los organismos presentes en la muestra.
Aunque no podemos encontrar, describir y clasificar a todos los organismos presentes en un ecosistema, sí podemos identificar una porción significativa del ADN presente en todo el ecosistema con las nuevas técnicas moleculares. ¿Para qué sirve conocer porciones del ADN presentes en un ecosistema?

Antes de contestar esa pregunta, tomaré una pequeña desviación por la historia de cómo entendemos y queremos aprovechar la biodiversidad. El concepto de biodiversidad tuvo gran revuelo en las últimas dos décadas del siglo pasado cuando la tasa de destrucción de la selva amazónica y la extinción de especies aún desconocidas para las ciencias era noticia de primera plana y empezábamos a adquirir conciencia de las consecuencias de la deforestación en el clima global. Nos dimos cuenta de que la actividad humana es la principal causa actual de extinción de muchas especies de la selva húmeda y de cualquier otro ecosistema. Muchas de estas especies desaparecieron y siguen desapareciendo sin haber sido conocidas por los biólogos, y posiblemente tampoco por los nativos con los que estas especies compartían el ambiente. El eufemismo a todo este proceso irreversible y trágico es la pérdida de la biodiversidad.

Sin duda cada día nuestro planeta es un tanto cuanto más pobre, ya que no hay ecosistema natural que no se vea reducido por el crecimiento humano. Podemos suponer, razonablemente, que entre todas estas especies existen genes cuyos productos pueden ser de gran beneficio para la humanidad. Existen suficientes ejemplos: las levaduras productoras de alcohol son la base de las industrias de bebidas alcohólicas, la penicilina fue descubierta serendípicamente por el doctor Alexander Fleming en un cultivo bacteriano contaminado por hongos, las píldoras anticonceptivas se producen a partir de diosgenina, un compuesto del que se deriva la progesterona. La diosgenina se obtiene de Dioscorea mexicana, barbasco, una planta nativa a México.

Para contestar a la pregunta ¿Para que sirve conocer porciones del ADN presentes en un ecosistema?, debemos hacernos una previa: ¿Tienen dueño la biodiversidad y la bioinformática? No estrictamente, son medidas de riqueza específica o de contenido de ADN y por lo tanto no podemos decir que tengan dueño; nadie es dueño de la distancia entre Ensenada y Mexicali. Sin embargo, las especies y los recursos biológicos asociados a una porción marítima o de tierra de los países se consideran bienes propiedad de la nación o simplemente pertenecen a los dueños legítimos de esa porción del territorio por ser estratégicos para el desarrollo.

Lo que ahora conocemos como biodiversidad y bioinformática, los organismos y su material genético, tienen dueño. Por lo tanto el uso por extraños de estos recursos debe ser bajo la autorización de sus dueños y estos últimos deben recibir una compensación adecuada a la valía del recurso y a sus necesidades y deseos.

En México la tierra es propiedad de la nación, pero algunas de estas tierras tienen dueños ancestrales, los diferentes grupos indígenas que la han poblado desde antes de la conquista española. Otras tierras, mediante diversos mecanismos legislativos, son propiedad ejidal o de pequeños propietarios y tal vez de algunos latifundistas de clóset. Algunas aguas dulces y costeras han sido dadas a consignación para su usufructo. Todos estos grupos tienen derechos y obligaciones sobre los recursos bióticos del territorio que trabajan. Podemos argumentar lo mismo sobre todas las otras tierras y zonas económicas exclusivas de otros países. Los territorios y sus recursos pertenecen a quienes los habitan o usufructúan legalmente.

Si una compañía explora los recursos biológicos de las tierras o mares mexicanos buscando un bien explotable, una proteína con propiedades médicas, tóxicas, etcétera o mas importante aún, el gen que la produce, entonces debería pagarse justamente a los dueños del organismo que posee la proteína o el gen. Esto incrementaría permanentemente el costo de explotación del recurso, con los bemoles que traerían problemas éticos y jurídicos sobre la propiedad del recurso.

¿Habrá forma de poder explorar y explotar recursos bióticos sin compensar a sus dueños? Hasta donde sabemos, las compañías que se dedican a la exploración y explotación de recursos tienen muchas maneras de obtener los recursos sin compensar justamente a sus dueños.

Hay otra manera de no pagar por el usufructo de los recursos, buscarlos en áreas comunales, creando así una nueva tragedia de los comunes. La tragedia de los comunes se da cuando un bien no tiene dueño o es de todos, nadie cuida o regula su explotación, en consecuencia se puede perder y sólo unos cuantos lo aprovechan a costa del beneficio directo a todos los demás.

Este lugar sin dueño es el océano fuera de la zona económica exclusiva de cada país. No hay soberanía sobre los recursos y quien tenga los medios (una condición que excluye a muchos) puede usufructuarlo sin límites.

¿Será esta la razón por la cual hay un gran impulso de las compañías grandes y pequeñas por explorar la bioinformática del mar? Parte de esta respuesta ya fue presentada por la doctora Rita Colwell.

La doctora Colwell, ex-presidenta de la National Science Foundation (NSF), ex-presidenta de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), miembra honoraria de sociedades de microbiólogos alrededor del mundo y profesora en la University of Maryland College Park y el John Hopkins University Bloomberg School of Public Health, honró el xxxv aniversario del Centro de Investigaciones Científicas y de Estudios Superiores de Ensenada (CICESE) con una visita en la que presentó dos pláticas: Oceans, Climate, and Health para el público en general y Recent Advances in Marine Biotechnology para un público poco mas especializado.

En Recent Advances in Marine Biotechnology, la doctora Colwell abordó temas de vanguardia en biología, con énfasis especial en la oceanografía biológica, la biotecnología y la utilidad científica y práctica de conjugar diversas ciencias y tecnologías para aumentar nuestro caudal de conocimiento y recursos. Como lo demostró la doctora Colwell, los océanos poseen una gran diversidad biológica, dada su diversidad de hábitats: costeros, pelágicos, corrientes oceánicas, chimeneas hidrotermales, etcétera.

La doctora Rita Colwell nos mostró las herramientas con las que es posible explorar la información genética que hay en un ecosistema, es decir como extraer la bioinformática del lugar. Estas herramientas identifican segmentos de ADN que pueden hallarse en los suelos, en el fondo del mar o en la columna de agua. Estas herramientas no pueden identificar a qué especie pertenece el ADN, si es de una especie conocida o sin descripción, pero pueden identificarse segmentos que pudieran tener utilidad como medicamentos, toxinas o catalizadores.

¿Buscar ADN “útil” es similar a la búsqueda de tesoros que emprenden los piratas? ¿Es como tirar una flecha con los ojos cerrados y esperar que la flecha encuentre un blanco antes de que pierda su impulso? Un poco de los dos, pero la diferencia no es el método de búsqueda, sino el tesoro que se encuentra, o el blanco que se alcanza: un producto de la evolución de las especies sobre el cual todos tenemos los mismos derechos y responsabilidades.

Así, con las técnicas de bioinformática, la naturaleza pasa, en nuestro uso y concepto, de ser especies producto de la evolución a ser una bodega de material genético que sólo tiene valor cuando puede generar utilidad a inversionistas.

Sin duda el desplazamiento de la exploración de la biodiversidad, y ahora también la bioinformática, de tierra firme con propietarios a los bienes comunes de los océanos, se debe mas a la motivación por la ganancia no compartida a que los ecosistemas marinos tengan mas riqueza de especies que los terrestres. ¿Podrá llegarse a tener y respetar un Derecho del Mar que no permita la tragedia de los bienes comunes? El entendimiento actual del mercado no apunta en esa dirección, pagaremos con creces a unas cuantas compañías por algo que nos pertenece a todos.

¿Es válido este concepto de la naturaleza? Lo será siempre y cuando mantengamos el concepto de la superioridad de Homo sapiens (blanco y masculino) sobre el resto de las especies, géneros (sólo hay dos) y razas o creamos en cualquiera de las mitologías creacionistas en las que, por mera coincidencia, H. sapiens macho es el encargado de explotar ese “changarro” conocido como La Tierra.

De ninguna forma estoy implicando que la doctora Colwell está explotando impunemente los bienes comunes de los mares para su propio beneficio por sobre el resto de los mortales. No niego que hay quien aventuró capital para desarrollar la tecnología para identificar los genes que nos pueden ser útiles y que por esta inversión busquen una ganancia. Lo que me cuesta trabajo entender es cómo pueden reclamar como su propiedad algo producto de la experimentación ciega que lleva a cabo la evolución por selección natural.

Nos encontramos ante nuevas formas de explotación de la naturaleza. Una vez mas la tecnología, la industria y las ganancias van por delante del conocimiento de muchos ciudadanos y la legislación que regule riesgos y ganancias inmerecidas. Debemos discutir y conocer a fondo las implicaciones biológicas y éticas de esta nueva industria y ayudar a desarrollar las leyes y sobre todo las actitudes que nos ayudarán a regular nuestro comportamiento hacia los resultados de la evolución, la vida y la biosfera que ha creado.

La biodiversidad y la bionformática nos han ayudado a maravillarnos ante la variedad de especies en el planeta. También son dos nombres lustrosos para convertir a las especies en mercaderías y materias primas cuyo valor es determinado exclusivamente por el libre mercado.

Entre más buscamos, más especies encontramos. En un planeta en que la vida lleva más de tres mil millones de años de existencia ha habido suficiente tiempo como para que los millones de especies hayan desarrollado, a través del proceso de evolución, la forma de utilizar el ambiente que las rodea y así perpetuarse. El concepto dominante que tengamos de la vida en el planeta determinará cómo nos acerquemos a nuestros recursos y si habrá razón para preservarlos. El uso de las especies como una bodega de adn no es la mejor forma de mantener a la vida o su evolución y ni siquiera de garantizar el bienestar de los humanos o del planeta.

1 comment:

  1. Hola Horacio:
    Realmente me pareció interesante el artículo. La Bioinformática es un tema que no manejo y del cual desconocía totalmente las implicaciones (éticas, económicas, políticas, sociales, etc) posibles (negativas y positivas) para el planeta y para cada ser humano. Creo que el desarrollo de esa tecnología y sus aplicaciones deberían ser analizadas con mayor profundidad, ya que tienen un efecto directo sobre la manera como conceptualizamos el mundo. Coincido en que el análisis del adn de un ecosistema transforma a la naturaleza en un inventario seriado. En un sentido posmoderno: en un sistema socio-económico en el que se busca lo homogeneo y se elimina la divergencia (o se promueve la (bio)diversidad controlada, numerada, modelada...),la bioinformática podría ser una herramienta enganosamente conveniente...
    Saludos.
    Escobedo MAIA

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